sábado, 2 de abril de 2011

Cantabria hace compatibles las visitas turísticas con la conservación de sus cuevas

El Diario Montañés
03/04/2011

http://www.eldiariomontanes.es/v/20110403/cantabria/visitas-danan-cuevas-20110403.html

Cuevas de Altamira (altamira.net)
Desde 2007, la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria dispone de un Plan de Gestión del arte rupestre de Cantabria que se apoya en un convenio de colaboración con el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), dependiente del Ministerio de Cultura, para la ejecución de proyectos de conservación y en el denominado programa 'Sigcap' (Sistema Gestor de Cavidades Protegidas), cuyo objetivo es establecer un sistema de documentación de las cuevas con arte rupestre incluyendo el desarrollo de nuevas técnicas de captura y tratamiento de la información (fotogrametría, láser, escáner, sensores multiespectrales, bases de datos, sistemas de información geográfica, etc). En este caso participa un equipo de la Universidad de Cantabria del Departamento de Ingeniería Cartográfica.
Con estas herramientas, que se encuentran en constante evolución, los responsables de la custodia del arte rupestre, registrado en cerca de 70 cavidades en Cantabria, de las cuales 9 están declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco -Altamira depende del Ministerio de Cultura-, controlan de modo exhaustivo las condiciones ambientales de las cavidades y llevan a cabo un trabajo de documentación integral del registro arqueológico en las grutas que facilite el seguimiento de su estado de conservación.
Riesgos y protocolos
El debate que ha suscitado en los últimos meses la prolongación desde 2002 del cierre de Altamira obliga a ver qué sucede en cuevas semejantes, también declaradas Patrimonio de la Humanidad, en este caso desde 2008. De las 9 que gestiona el Gobierno regional, 6 son visitables: El Castillo, Las Monedas, Covalanas, Chufín, Hornos de la Peña y El Pendo.
Roberto Ontañón, responsable del Plan, reconoce que «la presencia humana dentro de las cuevas es un factor de riesgo, pero no necesariamente de daño. Tenemos una serie de protocolos comunes para todas las cuevas, que en el caso de las abiertas incluye aparatos de medición, sensores que recogen datos de temperatura y de humedad relativa del aire».
El arqueólogo cántabro, que desarrolló el proyecto que España presentó a la Unesco para conseguir la declaración de las cuevas como Patrimonio Mundial, es un experto en la gestión de cuevas y prueba de ello son sus participaciones en simposios internacionales y su presencia en comités de asesoramiento científico de cuevas como Lascaux, en Francia. Su trayectoria le lleva a afirmar que «siempre podemos hacer más cosas, se puede trabajar mejor, pero estamos en condiciones de sostener que desde el punto de vista de la conservación las cuevas con arte rupestre de Cantabria y de la región cantábrica están en unas condiciones aceptables». Este no parece ser el caso de Altamira y Ontañón explica que «su problema es de contaminación biológica por hongos y bacterias. Nosotros también tenemos constatada la presencia de estos microorganismos en cuevas de la región, sobre todo en zonas cercanas a la boca de la cueva. Controlamos su evolución y hemos constado que son microorganismos que se desarrollan con luz natural o artificial».
Para evitar este factor de riesgo, que puede ocasionar en las pinturas agrietamientos, recubrimientos o descamaciones, en las cuevas que cuentan con iluminación artificial se han suprimido cientos de puntos. En la cueva de El Castillo, por ejemplo, había unos 400 puntos de luz; ahora solo queda la mitad.
Por otro lado, el IPCE, dentro del convenio citado, está trabajando en nuevos sistemas de iluminación para las cuevas, evitando el uso de luminarias incandescentes y tendiendo al empleo de leds y de puntos de luz fría. Las lámparas de tuétano, con médula ósea como combustible y que empleaba el sapiens en el Paleolítico Superior, están totalmente superadas, lo mismo que las aparatosas -con los criterios de hoy- instalaciones eléctricas que se realizaron en los años cincuenta y sesenta para facilitar el acceso del turismo masivo a las grutas.
Estaciones automatizadas
Por otro lado, los técnicos cuentan con aparatos de medición o estaciones automatizadas portátiles que ubican en puntos estratégicos de las cuevas más sensibles para recoger datos de temperatura y humedad relativa del aire. En El Castillo, Las Monedas y Covalanas (con un régimen de visitas continuo y más intenso) las lecturas de datos se hacen cada 10 minutos. En el resto de cuevas visitables (Chufín, Hornos de la Peña, La Pasiega, Las Chimeneas, El Pendo y Cullalvera), las lecturas de datos se hacen cada 30 minutos.
Con los datos obtenidos comprueban y verifican, por un lado, cuáles son las oscilaciones naturales del clima de la cavidad, y por otro, el posible impacto de las visitas en el mismo. Los datos registrados en los sensores son transferidos, mediante un programa informático, a un ordenador portátil. A partir de éstos y de los datos de visitas de cada gruta se realizan diferentes estudios sobre el comportamiento microambiental de las cuevas y su respuesta a la presencia humana.
Roberto Ontañón destaca que la temperatura dentro de la cueva -en este caso El Castillo- es muy estable, «apenas hay variaciones de décimas de grado, aquí en torno a 12,4º, estando la humedad al límite de la saturación, en el 99,9%»,
Otro indicador que se estudia es la calidad del aire a través de la medición de CO2 con un aparato portátil. Es importante conocer cuál es el régimen natural de la caverna y si sufre alteraciones con la presencia de visitantes. En este sentido los técnicos quieren conocer cómo se recuperan los niveles naturales de concentración CO2 una vez las visitas han concluido. Por tanto, las mediciones de CO2 dan información valiosa de la dinámica de ventilación y circulación del aire en las cuevas, así como de su calidad, fundamental en el posible desarrollo de procesos de deterioro parietal.
Régimen de visitas
Cada cueva dispone de un régimen de visitas propio, estableciendo unos límites de acceso público, que varían entre un cupo máximo diario de 300 visitantes para El Castillo y Las Monedas y de 36 visitantes para Hornos de la Peña. Las visitas, siempre guiadas, duran 45 minutos. Precisamente son los guías de las propias cuevas piezas claves en la detección de cualquier alteración. «Su función incluye tareas de guardia y custodia, están implicados en la conservación, ya que son ellos quienes mejor pueden advertir de cualquier incidencia», destaca Ontañón.
En las cavidades también se realizan trabajos orientados a evitar el biodeterioro (alteraciones producidas sobre los materiales por organismos -bacterias, algas, hongos, líquenes-). Los tratamientos con biocida aplicados para combatir la presencia de estos organismos se realizan exclusivamente en los puntos fijos de luz y en ningún caso se aplican en paredes decoradas con pinturas y grabados. Una vez aplicado el biocida se eliminan de los puntos de luz toda la materia orgánica muerta, para evitar que sirvan de nutrientes para otros tipos de organismos.
«La tecnología nos ayuda a definir un régimen de visitas fiable y que pueda ser contrastado en cada momento», comenta el propio Ontañón, al tiempo que explica que «como criterio se ha decidido no retirar las viejas instalaciones ya amortizadas que hay dentro de las cuevas -conducciones enterradas, obras realizadas con roca y cemento para ubicar puntos de luz, puntos de mediciones de viejos sensores...-, ya que su remoción solo puede generar más problemas al removerse partículas.
El consejero de Cultura, Francisco Javier López Marcano, destaca «la fortaleza del patrimonio subterráneo que tenemos en la región, cuyo valor se ha refrendado con la declaración de la Unesco, al tiempo que nos ha estimulado para ser cada día más autoexigentes en todos los procesos de su conservación». También destaca el consejero, la importancia de contar con «más gente formada en la gestión de las cuevas».
En esta línea, un arqueólogo de la Sección de Arqueología, Gustavo Sanz, coordina el mantenimiento de las 70 cuevas con arte: inspección, vigilancia de los cierres y comprobación del estado de conservación.
E l régimen actual de visitas de las cuevas con arte rupestre paleolítico de Cantabria gestionadas por el Gobierno regional no perjudica al estado de conservación de sus pinturas y grabados prehistórico. A esta conclusión llegan los técnicos que se encargan de su custodia y vigilancia. Al frente del equipo está Roberto Ontañón, director de las cuevas prehistóricas de Cantabria. «Hemos hecho estudios microambientales en las cuevas y hemos podido comprobar que los grupos de visitantes afectan menos que las variaciones naturales que se registran en las cavidades. La estrategia es que el contingente de visitas sea siempre inferior en número a las incidencias de la variación natural. Y esto está pasando en nuestras cuevas con arte rupestre. Tenemos cupos en cada cueva por día, semana, mes y año, pero la demanda turística se adapta bien a las condiciones técnicas marcadas. No tenemos que decir 'no' a mucha gente para ver las cuevas», comenta Ontañón.

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